Una semilla de esperanza

Una semilla de esperanza

En 2016, el huracán Patricia dañó las cosechas del Ejido de Ayotitlán y muchas familias se quedaron sin maíz. De ahí surgió un banco cuyo valioso contenido no es precisamente dinero.

El sol todavía no despunta en el horizonte del rancho Ocote Arco Rincón, Ayotitlán, pero sus habitantes ya se preparan para la jornada. Sobre el metate de piedra doña Rosalía desliza con suavidad la masa de un maíz cultivado con esmero en su milpa. Los leños arden en el fogón de piedra y, con los primeros aromas de tortilla recién hecha, despiertan también los animales, las flores y cantan los gallos.

María Cipriano Roblada, su hija mayor, se prepara para ir al trabajo. Ambas conocen la rutina: una se quedará al cuidado de la casa, la otra bajará caminando hasta Ayotitlán, el cual queda a una hora de distancia, y no volverá hasta caer la tarde. Su vida no solo está unida por la sangre sino por la tradición, la defensa de sus costumbres indígenas y, sobre todo, porque ambas entienden la importancia de cuidar el legado de los abuelos: el maíz criollo.

Ocote-Arco-Rincon-de-Ayotitlan-3

Ocote Arco Rincón de Ayotitlán, casa de María y Rosalía Cipriano.

Aprender de los abuelos, aprender de la tierra

María Cirpiano Roblado estudió la ingeniería en Recursos Naturales, en la Universidad de Guadalajara, y aunque tuvo la oportunidad de quedarse en la ciudad, con un trabajo seguro y bien pagado, decidió volver a su comunidad, en el Ejido de Ayotitlán, y trabajar como operador técnico en el Banco de Semillas Criollas, sin goce de sueldo. De lunes a viernes, entre las 10:00 y las 18:00 horas, atiende a las personas que van y dejan semillas o necesitan sacar copias o recibir ayuda para sus proyectos.

María Cipriano, técnico operador del Banco de Semillas Criollas, en el Ejido de Ayotitlán,  guarda la inversión más valiosa de los ejidatarios y sus familias.

“Mi función es recoger las semillas que traen los socios y aplicar los criterios de calidad, es decir, revisar que no tenga puntas, colas o gorgojos. Si no cumplen con las características, van de regreso; si cumplen, les recibo y los socios firman un registro. Luego etiquetó el bote y las almaceno en un cuarto acondicionado para tenerlas en buen estado”, nos explica María.

Uno de los principales beneficios del banco de semillas es que no solo almacena, también presta semillas a las familias que lo necesitan. El compromiso es que, en la siguiente temporada, la familia regrese el doble de lo que le prestaron; así siempre hay un flujo de semillas de buena calidad disponibles para todos.

Las semillas de los abuelos

Juan Mancilla habla despacio, casi en susurros, y es necesario poner mucha  atención para no perder palabra. Es presidente del Banco de Semillas y el encargado de contarnos cómo surgió este singular banco. “A raíz de los daños generados en las cosechas por el huracán Patricia, muchos de los cultivos se perdieron y las familias se quedaron sin maíz para sembrar en la siguiente temporada. Entonces fuimos con los de la Reserva [de la Biósfera de Manantlán] para que nos ayudarán a concretar. Al principio solo era un cuartito, pero poco a poco, con ayuda de todos, hemos ido mejorando. Todavía nos faltan muchas cosas y esperamos poder conseguirlas”.

 

Juan Mancilla sostiene en sus manos el maíz  originario, en su comunidad les llaman «los abuelitos» y, según la tradición, son el origen de todo. Sin embargo, fue otro maíz silvestre, la milpilla (Zea diploperennis), una especie endémica, casi en peligro de extinción, la que detonó que se declarara a la Sierra de Manantlán como Reserva de la Biósfera, el 23 de marzo de 1987. Este decreto buscaba no solo proteger a esta y otras especies endémicas, sino acrecentar la investigación, conservación y reproducción.

La milpilla tiene la propiedad de que, al cruzarse con el maíz güino, da una planta híbrida menos susceptible a ciertas plagas y enfermedades, lo que permite aumentar la productividad.

El maíz criollo y la milpilla son endémicos de la Sierra de Manantlán y de su cultivo dependen unas cinco mil familias que viven ahí desde antes de que fuera declarada Reserva de la Biósfera.

La conservación de las especies de flora y fauna es tan importante como la supervivencia de las personas en Ayotitlán y comunidades vecinas, como Cuzalapa, en el Municipio de Cuautitlán; de ahí la vital importancia que tiene el banco para el ecosistema.

“Almacenamos puro maíz criollo porque es muy importante para mi comunidad. Si no le agregas químicos sale muy natural el maíz, puro de la tierra. Si miras, son diferentes, como unas bolitas, y son valiosos porque, si los guardas bien, al siguiente año puedes volver a sembrar, algo que no pasa con el maíz mejorado o transgénico, ese no srive”, señala Mancilla.

Los diferentes tipos de maíz que guardan en el banco de semillas son: güino, gordo, negro y ancho. “De estos, mi favorito es el güino, porque rinde el doble, si pones un kilo se hacen casi dos, conviene más para nosotros aquí en la región”, afirma

Las milpas de maíz criollo se cultivan en terrenos de la Reserva de Biósfera de Manantlán.

Aprender desde el campo

A más de una hora por caminos de terracería desde el ya de por sí lejano Ayotitlán se encuentra la milpa de don Macario. Es un pequeño paraíso por el que cruza un río de agua cristalina y es el único pedacito verde en el ocre cenizo de la sierra seca. En ese campo María comparte todo lo que otros le han enseñado a ella: el campo te revela su secreto, si miras bien.

“Desde el campo vamos eligiendo las mejores milpas. Por ejemplo, si es muy alta, no va a resistir el aire, es mejor si es chaparrita. También hay que fijarse si da dos mazorcas, una o tres”, nos explica María sin romper el silencio de don Macario.

“Compartir este conocimiento es lo que se pretende con los proyectos que gestiona la Reserva en conjunto con la comunidad. Ya sea en el Banco de Semillas Criollas o en el Campamento Base El Jaguar, se busca que los agricultores aprendan que la semilla no se recoge en el montón donde está la mazorca, sino que se recoge o se selecciona donde está el sembradío. Cuando se elige del montón de mazorcas no se sabe cómo eran sus genes, qué características tenía ni cómo será la cosecha. Anteriormente, la gente conseguía prestado el maíz con el vecino, pero no sabían en qué condiciones estuvo almacenado o que características tenía. En el banco tenemos registradas las diferentes características, así puede venir la familia a verlas y decidir por aquellas que conocen o se parecen a las suyas”, puntualiza.

En el Banco de Semillas y en el Campamento base El Jaguar, se llevan a cabo talleres para generar consciencia entre los habitantes y prevenir incendios forestales por la quema de cultivos.

Transformar en equilibrio es tarea de todos

l sol que la acompañó al despertar ahora se pierde detrás de la sierra que se incendia. Sí, a pesar de todos los esfuerzos de la Reserva y las autoridades por evitar la quema de terrenos para cultivo, la tradición se impone. Las personas están convencidas de que la tierra lo necesita. Pero se equivocan.

 

“A veces es complicado ir en contra de la creencia. El fuego hace que la hierba tarde más en crecer y deje más libre a la milpa, el problema es que se sale de control y se provocan incendios que destruyen todo”, confiesa, y su tono de voz es por primera vez una mezcla de tristeza y furia.

 

“Quiero que exista desarrollo, pero uno que vaya en armonía con el mismo ambiente. Soy consciente de que nosotros destruimos espacios y áreas para sembrar, y sí, destruimos mucho, pero no debe ser así. A nosotros, los que vivimos aquí, nos corresponde mantener el equilibrio. Cuando yo era niña había más árboles y mucha más agua; hoy están escaseando, y hay que tratar de recuperar esa riqueza que teníamos. Eso es lo que me mueve, aunque no me paguen, puedo hacer lo que me gusta.

 

El cielo se ha oscurecido. María cierra con diligencia las puertas del banco y cruza sobre su pecho una pequeña bolsa bandolera. El vaivén de su rodilla, lastimada y recuperada por una caída, marca un ritmo  discontinuo a cada paso. Ahora son los grillos los que entonan la melodía que acompañará, por una hora de caminata, la vuelta de María a casa.

CAMPAMENTO BASE JAGUAR REHABILITADO POR PEÑA COLORADA EN JUNIO DE 201, DA SERVICIO AL BANCO DE SEMILLAS.

En el recién rehabilitado Campamento Base El jaguar, por parte de Peña Colorada, se habilitaron oficinas para las funciones administrativas de la Reserva (RBM y para brindar apoyo a los Proyectos del Banco de Semillas. 

El objetivo conjunto entre gobierno, Peña Colorada y comunidad, es impartir  talleres de cuidado ambiental para evitar incendios, tala y minería ilegal, así como para mejorar las prácticas de tala forestal y cultivo sostenible. 

Costo de la obra: $752 MIL PESOS

  • Área de oficinas
  • Baños H/M
  • Áreas de descanso
  • Áreas de investigación
  • Vivero y planta de compostaje
  • Apoyo directo a Banco de Semillas